domingo, 3 de noviembre de 2013

INAUGURACIÓN DEL CLUB DE AMIGOS DE LA LENGUA


 
Queridos alumnos:

Os doy la bienvenida a este espacio virtual desde donde llevaremos a cabo parte de la misión para la que os habéis prestado voluntarios. 

Sabéis que soy amante incondicional de la lengua española y amiga de todos los idiomas en general. Adoro las palabras en cualquiera de sus formas; me gusta leerlas, escribirlas, escucharlas, pronunciarlas y soñarlas cuando tengo ocasión. También os he explicado que sufro mucho al comprobar cómo se vulneran los derechos de las palabras, tan bonitas, tan necesarias, tan silenciosas.

Por desgracia, a nuestro alrededor somos testigos en numerosas ocasiones de la existencia de palabras mal escritas, a las que les faltan o les sobran acentos, con haches ausentes o mal puestas, con bes en vez de uves, con minúscula donde tiene que ir mayúscula, etc. Se trata de errores -quiero pensar que cometidos sin querer, claro está- que hacen daño a la vista (aunque a mí me hacen daño en todo el cuerpo), a la cultura y a la imagen de nuestros pueblos, y por tanto, a nosotros mismos. Nos hemos acostumbrado a ser testigos de esta injusta situación y, como en cualquier otro agravio, si no actuamos nunca, nuestro silencio nos hace cómplices, y eso no lo podemos permitir. El lenguaje es el reflejo del pensamiento y la carta de presentación de una persona, por eso hay que cuidarlo, mimarlo y protegerlo siempre de este tipo de atentados. La lengua está viva en todos nosotros y nosotros estamos vivos en ella. 
Si prestáis atención, veréis que los errores están por todas partes: en rótulos de supermercados, en placas oficiales, en las cartas de los restaurantes, en panfletos publicitarios, etc. Y las pobres palabras, que no pueden quejarse en voz alta si nadie las pronuncia, no tienen más remedio que mostrarse así, mutiladas, disfrazadas, humilladas, y esperar a que alguien las ayude... 
Pues a eso me dedico yo con mucho gusto desde que las palabras son mis amigas: a defenderlas, curarlas y recuperarlas, porque, en parte, me parece un buen modo de devolverles todo lo que me regalan cuando las leo. Pero nunca puedo ayudarlas a todas, y me tengo que conformar curando a las que encuentro a mi alrededor. 
En el mundo hay muchas personas que se dedican a desempeñar esta emocionante y necesaria labor, personas agrupadas en diferentes países y con distintos nombres trabajan incansables por un objetivo común, ¡es maravilloso!, ¿no os parece?
Yo me dedico a esto en Alicante y en San Juan, que es donde he vivido siempre. Por eso, aunque trabaje con vosotros y para vosotros, como vivo lejos de Petrel y de Elda, necesito ayudantes: ayudantes amigos, amantes, guardianes y defensores de las palabras, ayudantes valientes y responsables, que sepan manejar armas tan infalibles como el diccionario, las reglas de ortografía, el bolígrafo rojo, las gafas vulcanianas detectoras de faltas... Por eso os necesito a vosotros, ¡los intrépidos e implacables cazafaltas! 
¿Estáis seguros de que queréis participar en esta arriesgada y noble misión? Sabéis que es algo totalmente voluntario, así que aún os podéis echar atrás... Pensadlo bien.
Bueno, si todavía seguís leyendo es que realmente tenéis un don, un poder y una gran responsabilidad... 
¿Preparados? ¿Listos? ¡Ya! 
¡Bienvenidos, cazafaltas!, ¡manos a la obra!


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